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El teniente Kingsbury me ha sugerido tomar varias manos de rizo
y evitar el ángulo crítico de las escoradas. ¡Precavido
Kingsbury! No hallaré segundo mejor aunque rebusque por los
siete mares. Cuida antes que nada el binestar de la tripulación
y sabe que las escoradas revolverán el estómago a
más de cuatro. Pero no tomé manos de rizo; ni una
sola. Y Kingsbury, siempre flemático, se contentó
ante mi negativa. Por suerte no tuve que gastarme en explicaciones
y me entendió sin que yo despegase los labios, salvo para
gritar, desde la toldilla: "¡Con todo trapo!". ¿Cómo
dominar a ochenta individuos sin demostrarles que el capitán
tiene los cojones bien puestos? Navegamos a quince nudos; y me gustaría
que la corredera marcase más, aunque la goleta lleve su amurada
de babor semisumergida...